La diferente reacción de estadounidenses y europeos a la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras es clarividente sobre los cambios en el sistema internacional que llegan de Pekín.
Ha hecho correr ríos de tinta que 46 países hayan aceptado ser miembros fundadores del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras (AIIB, por sus siglas en inglés), creado por China, contra los deseos expresos de Washington. Incluye este número la mayor parte de los aliados de Estados Unidos en Europa, siguiendo la estela del más fiel de ellos, Reino Unido, y en Asia-Pacífico, incluidos Corea del Sur, Australia y Taiwán (hasta Japón está considerando la posibilidad de adherirse), así como otro aliado tan próximo como Israel. La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, y el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, se han mostrado igualmente a favor, de modo que la soledad de EE UU ha resultado patética.
La casi total oposición a la voluntad de Washington ilustra una serie de tendencias en el panorama internacional. Primero, el impacto económico y geopolítico de la galopante reemergencia de China en el último tercio de siglo. En paridad de poder adquisitivo (PPA) el PIB de China superó ya al de EE UU en 2014 y a precios de mercado el consenso es que lo hará la próxima década. Segundo, la dificultad de la gran potencia hegemónica en acomodar el ascenso de la gran potencia emergente. El intento estadounidense de aislar el AIIB es inevitablemente percibido por China, y otros muchos, como una prueba más del empeño de EE UU en impedir o retrasar su ascenso, al igual que el pivot (giro) al Pacífico o el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, en inglés), por mucho que Barack Obama diga que no es así. Tercero, la utilización por China de las palancas económicas, empezando por sus cuatro billones de dólares en reservas, para influir en el mundo. Lo militar y lo económico-tecnológico son los vectores esenciales del "poder duro". Cuarto, la reconfiguración del sistema financiero internacional. Quinto, las divergencias de EE UU con sus aliados europeos.
La opinión generalizada, tanto entre los países fundadores del AIIB como en los medios de comunicación, es que EE UU ha cometido una equivocación tanto al rechazar la invitación de China para integrarse en el AIIB como al intentar que otros lo hicieran. Washington viene pidiendo desde hace años que China asuma más responsabilidades en el orden internacional y, cuando lo hace de forma generosa, financiando la construcción de infraestructuras en países que las necesitan, reacciona negativamente