Desde su eclosión, al socaire de la revolución industrial, la difusión, aplicación y evolución de la Organización del Trabajo ha sido incesante. Es de sobra conocido cómo, de la mano de uno de sus pioneros, Frederick W. Taylor, las primeras aplicaciones iban destinadas a rentabilizar el esfuerzo del trabajador con una visión de éste como mero aportador de energía física. La evolución de la Organización del Trabajo ha ido paralela a la evolución de la industria y de los cambios sociales incorporando nuevas dimensiones a la consideración del trabajador y, en paralelo, nuevas disciplinas con las que dar respuesta a las necesidades humanas mucho más amplias que la mera necesidad de supervivencia como era la que se contemplaba casi en exclusiva en los albores de la revolución industrial.