Con una velocidad sobrecogedora, los asesinatos de París y la movilización masiva que le siguió después han hecho emerger dos dinámicas, dos análisis que se oponen. Uno propone intensificar los bombardeos a distancia y, en nombre de la seguridad, sacrificar algunas libertades públicas. El otro prefiere insistir en las alteraciones del mundo, identificar las causas de la descomposición social y reconstruir los encadenamientos que han conducido a los atentados.