Aunque la búsqueda de las localidades rurales por generar opciones de vida se observa en el esfuerzo de algunos pobladores, en México la política pública se restringe a ofrecer garantías sociales; le deja al mercado la creación de alternativas económicas, que no alcanzan para producir desarrollo local y regional. El presente artículo reflexiona sobre esto, a partir de una iniciativa de trabajo asociativo surgida hace más de seis años en pueblos de la región central del norte de Sonora, y muestra cómo se resuelven temporal y dinámicamente las tensiones entre prácticas de cooperación y reciprocidad y las de intercambio con el mercado utilizando postulados teóricos de distintas disciplinas, retomadas por las propuestas de economía solidaria. El caso ilustra las dificultades, riqueza y potencialidad de iniciativas como ésta, y la importancia del apoyo gubernamental en localidades a las que la baja capacidad económica y la generalización del narcotráfico las vuelve frágiles para contrarrestar procesos profundos de despoblamiento.