Nada es más infiel a la realidad que la telerrealidad. Defiende el autor que, en la etapa postmoderna, la televisión hace mucho que dejo de ser una ventana al mundo, superando también la fase de hacer espectáculo de la realidad; ahora la televisión crea su propia realidad y es hacedora de la nuestra. Como en un ejercicio de narcisismo extremo, la televisión se mira a sí misma y fagocita de los personajes que crea, elevando el concepto de endogamia a un punto antes desconocido en el medio.