La crisis del euro ha provocado uno de los debates más intensos sobre el futuro de la Unión Europea desde la firma de los Tratados de Roma en 1957. Como consecuencia, han surgido divisiones en el seno del proyecto europeo, que están dificultando los avances en la integración a través del método comunitario. Aunque el riesgo de una ruptura catastrófica de la eurozona ha disminuido, gracias especialmente a la intervención decisiva del Banco Central Europeo en el verano del 2012, la recuperación económica es todavía muy frágil, el paro sigue en cotas inaceptables, millones de europeos han visto deteriorarse sus condiciones de vida y el euroescepticismo y la eurofobia han crecido.