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Marc Nebot
Renovarse o morir, reza el dicho. Y puede y debería aplicarse a todas las facetas de la vida; en lo personal, pero tambien en lo profesional. ¿En la publicidad? Por supuesto. Repetirse equivale a dejar de resultar interesante, a pasar inadvertido, a morir paulatinamente. La publicidad, buena o mala, debe, por encima de todo, sorprender al espectador y, con suerte, convertirlo en consumidor. La premisa es clara: hay que llamar su atención, despertar su interés, provocar algún tipo de reacción en su adormilado y saturado cerebro, hacerle creer que el producto, sea de la naturaleza que sea, le cambiará la vida; o si más no, la hará más llevadera.
