Buena parte de las actuales dificultades de la economía estadounidense se derivan del legado de la guerra fría; tal es el caso de la existencia de grandes complejos militares difícilmente convertibles a la industria civil, dada la destrucción de empleo que lleva consigo. Como sea, esa transformación es un desafío que tiene que ocupar un lugar priviligiado en la agencia norteamericana de fin de siglo si es que no se quiere perder la competencia económica con Japón y Alemania1.