Presentado el desencanto como la desmistificación, la pérdida de las ilusiones y no como desilusión, la pérdida de la esperanza, el autor del presente ensayo1 postula la necesidad de propender en América Latina por la consolidación de un modelo de desarrollo económico eficaz y competitivo. Para lograr tal objetivo, superados ya los imperativos políticos impuestos por la guerra fría, la premisa no puede ser otra que la de limitar las pretensiones competitivas del Estado mediante la implantación de una economía de mercado. La modernidad impone a los gobiernos latinoamericanos éxitos económicos si quieren tener éxito político.