El artículo presenta la historia de una mujer del siglo X, que vivió en Europa Central. Fue eremita, visionaria y santa, gozando de gran popularidad en los cantones suizos. De gran humildad, vivió entregada al servicio de los que menos tenían, quienes encontraban en ella desde alimentos y consuelos hasta asistencia médica. Ya una vez enclaustrada en el monasterio de San Galo se dedicó a aconsejar a cuantos llegaban hasta ella; el resto del tiempo lo dedicaba a la oración y al trabajo ornamental de los códices y manuscritos de la biblioteca del monasterio. Gracias a sus dotes visionarias pudo alertar a los monjes del monasterio, sobre la invasión húngara, lo que les permitió ponerse a salvo junto con la rica biblioteca que poseían. Por eso es venerada en esas regiones como patrona de los bibliotecarios.