Usada como herramienta para despreciar a los adversarios políticos o como escudo detrás del cual esconder responsabilidades y culpas, el insulto se abre paso con fuerza en el lenguaje político. La repercusión que esto tiene sobre la ciudadanía es devastador, ya que el más fuerte no es quién razona sino el que mejor grita y ofende. El hábito se extiende gracias a la labor de los medios de comunicación y las redes sociales. Los ataques entre o hacia políticos están a la orden del día y adquieren una dimensión pública en la cada ciudadano está legitimado a aportar su propia dosis de ofensas. ¿Sigue siendo democrática una sociedad en la que no hay espacio para el dialogo y el respeto de las demás opiniones?
Used as an instrument to misprise political adversaries or like a shield in which to hide responsibilities and inculpate, insulting has firmly braked into political language.
The impact on citizenship is devastating because the strongest is not who use the reason but the one who screams louder or offends the most. This habit is on growing expansion due to media and social networks.
Verbal attacks between or towards politicians are getting usual and acquiring a public dimension thereby every citizen is legitimized to contribute with their own amount of offences. Is still democratic a society where there�s no place for dialogue and respect on others opinions?