La idea de avance y de futuro político compartido que representa la Constitución europea sitúa a Europa en un horizonte de esperanza para poder afrontar las dificultades que impone la globalización y los retos que puede ocasionar la próxima ampliación a veinticinco países miembros. La Constitución constituye una oportunidad para dar la cohesión necesaria a Europa, sin ella se paralizará el proceso europeo y se cercenará la posibilidad de hacer de la Unión Europea un poder global relevante.