Angel María Marinero Peral
La Ley de Regeneración Urbana de Castilla y León acaba de comenzar su tramitación -una pieza más en el marco de la tendencia reformista que sacude el urbanismo español-. A corto plazo, su objetivo es generar un amplio debate sobre la política urbanística, sobre la necesidad de rehabilitar y regenerar nuestros barrios, sobre la conveniencia de que el sector de la construcción evolucione y se transforme para superar la profunda crisis en que está sumido y, en definitiva, sobre el futuro de nuestras ciudades. A partir de ahí, el anteproyecto de Ley articula un conjunto de medidas cuyo objeto es «conseguir que todas las políticas públicas que actúan sobre las ciudades de Castilla y León se orienten hacia la regeneración urbana, entendida como estrategia de futuro, clave tanto para revitalizar nuestro ingente y valioso patrimonio urbano, como para facilitar la innovación y el desarrollo local y para garantizar su sostenibilidad >>. Para ello se diseña una norma que establece el marco administrativo para la regeneración urbana en Castilla y León, estructurada en cinco partes: en el título primero se regulan las líneas esenciales de las actuaciones de regeneración urbana>>, dejando para el segundo el diseño de los instrumentos de planeamiento y gestión necesarios para ejecutarlas. Mientras que en los tres títulos siguientes se dictan normas y criterios para la sostenibilidad de dichas actuaciones (título tercero), así como una serie de medidas para favorecerlas, que se agrupan temáticamente en torno a los conceptos de coordinación administrativa (en el título cuarto) y de simplificación normativa (en el título quinto). La conclusión es que hoy en día el concepto de «ciudad sostenible>> no debe circunscribirse a las cuestiones ambientales: una ciudad sostenible debe ser también una ciudad integradora, una ciudad cohesiva. Mejorar la calidad de vida en las áreas centrales y en las periferias marginales es una herramienta clave para retener a la población residente y para atraer nuevos moradores y nuevas actividades productivas, y también para que la ciudad en su conjunto afronte con éxito la competencia con otras áreas urbanas en el contexto de una economía globalizada.