En 1986 España ingresó en la CEE. El capítulo más difícil de aquella negociación fue, sin duda, la agricultura. Y la agricultura era el sector más esperanzado en esa adhesión. Y España habría ingresado antes de aquella fecha si no hubiera sido por el parón impuesto por los franceses. Los hechos fueron así. Adolfo Suárez, a los pocos días de ganar las elecciones del 15-J (1977), convocó a varios ministros a su despacho, entonces en Castellana 3, y a algún subsecretario (yo entre ellos) para plantear la petición de ingreso en la CEE. El Consejo de Ministros de 22 de junio de 1977 lo solicitó formalmente, lo cual fue refrendado poco después por el pleno del Congreso de los Diputados. Días más tarde, Marcelino Oreja llevaba esa carta a Bruselas. Pero las cosas con Francia y sus agricultores no iban a ser fáciles. Desde mayo de 1979, el Gobierno francés y los partidos RPR de Chirac y PCF (comunista) sacaban frecuentemente el «espantapájaros» del ingreso de España. cerrado y el capítulo agrario abierto, ya que, entonces, la presión por cerrarlo llevaría al sector a ser el peor tratado. Ese mismo mes vino a España Lorenzo Natali (vicepresidente de la Comisión Europea), quien manifestó su preocupación por la competitividad de la agricultura española: «Hay problemas en la inserción española», lo que era cierto. Pero el agrario no era el mayor problema. Y nuevamente un mes más tarde los viticultores franceses decían que «temían» a España, cuando eran ellos los mayores productores de la CEE y con mayores rendimientos que multiplicaban casi por tres los nuestros. Francia preparaba algo. En octubre de 1979, Margaret Thatcher pedía una reforma de la PAC, ya que el Reino Unido aportaba unos 1.000 millones de libras al año, y no estaba dispuesta a que esos fondos fueran a Francia, Alemania o Italia vía una PAC de la que ella no disfrutaba. Acababa de abrir un buen melón cuya base sería el «cheque británico»...