El problema de los matrimonios clandestinos fue uno de los temas abordados en el Concilio de Letrán (1215-1216). En un momento difícil de precisar se incrementaron considerablemente este tipo de uniones, consentidas por la Iglesia. Los padres conciliares y los pontífices, especialmente Alejandro III, los condenaron severamente, sin éxito. La política iniciada por la Iglesia �ampliando el impedimento de consanguinidad del cuarto al séptimo grado� tendente a diluir el modelo de amplia parentela y sustituirlo por la familia nuclear, significó la imposibilidad de unirse en matrimonio a individuos pertenecientes a una misma parentela. En este estudio se intentan explicar las causas de este fenómeno. Dentro de la nobleza, la consanguinidad constituyó un serio obstáculo para sus pretensiones de fortalecer y perpetuar su situación económica mediante enlaces matrimoniales. Algo similar sucedía también en las ciudades con la familias burguesas en aras a conservar los resortes del gobierno ciudadano. Y otro tanto cabe decir del ámbito rural: la escasez de contingente humano y la dispersión de la propiedad señorial propiciaba el matrimonio entre consanguíneos.