Esbozamos en esta columna algunas ideas sobre la práctica ahora, otra vez de moda, del uso del polígrafo cara al público para dar cuenta de las supuestas mentiras o verdades que dice el sujeto paciente, todo ello dentro de un marco de entretenimiento televisivo que, en muchas ocasiones, supera el ámbito del buen gusto y degenera abiertamente en la infracción de derechos fundamentales tales como el honor y la intimidad. Especialmente, tiene interés este último puesto que es un derecho de límites, independiente de la veracidad o inveracidad de los hechos que se muestran.