La crisis financiera actual ha convertido al sistema bancario en sensiblemente más vulnerable de lo que estaba anteriormente, no solo por su intensidad y duración, sino también por la imbricación mutua que se ha puesto de manifiesto entre los riesgos bancarios y los riesgos de la deuda pública, dando lugar a un círculo vicioso que perjudica, entre otros, a nuestro país y sus entidades de crédito, particularmente las cajas de ahorros. La salida de la crisis pasa, entonces, por la reducción de ambas fuentes de vulnerabilidad y, por tanto, por lograr una economía con menores desequilibrios interiores y exteriores, macroeconómicos y del sistema bancario.