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En medio de la actual crisis económica, los fondos de inversión soberanos de los países emergentes han generado esperanzas y temores en Estados Unidos y Europa. Para algunos son una fuente de capital imprescindible, mientras que para otros representan una amenaza a la seguridad nacional, ya que la mayoría de estos fondos provienen de países autoritarios con políticas geoestratégicas difíciles de predecir. La prominencia de estos fondos es un síntoma de dos cambios sistémicos en la economía global: en primer lugar, el centro de gravedad del poder económico y político se está desplazando de Occidente a Oriente, con China como nuevo poder emergente; y en segundo lugar, el Estado tiene que recuperar un papel importante en los procesos económicos después de varias décadas de desregulación.
