En octubre de 2009, los consumidores estadounidenses se sorprendieron por la llamada a revisión de los vehículos Toyota, haciendo referencia a un problema potencial por el cual las alfombrillas mal colocadas bajo el asiento del conductor podían provocar una aceleración incontrolada en algunos modelos. Para los directivos de empresas de fabricación que llevaban décadas intentando emular los procesos de Toyota, la mera sugestión de que la empresa tenía problemas de calidad constituía una cuestión seria. El autor de este artículo explica las posibles raíces de estos problemas y llega a la conclusión de que fueron básicamente dos: un exceso de ambición por lograr un rápido crecimiento global y la creciente complejidad de los productos fabricados por la compañía.