Ayudada por una competitividad insaciable y su esfuerzo de mejora continua, Toyota dio nueva forma al negocio automovilístico estadounidense. Mientras GM, Chrysler y Ford -sus principales competidoras- flaquean, la empresa de origen japonés produce un vehículo cada 27 segundos y planea abrir nuevas plantas.
Pero su crecimiento no se debe a la aplicación de iniciativas o proyectos aislados, impulsados por consultores. Se origina en que todos sus empleados, obsesionados por la mejora continua, trabajan para encontrar la forma de ser más eficientes. En esa búsqueda constante de la perfección no hay metas. Producir coches es sólo una tarea más. Fabricarlos mejor y enseñarles a los demás a hacerlo es, en realidad, lo que diferencia a Toyota del resto.