La democracia ha entrado en una crisis de la que debe salir con mayores cotas de participación y con un mejor desarrollo de su estructura en ámbitos globales internacionales y económicos. Las disfunciones que se están produciendo tienen su origen en la falta de democracia en los órganos y organizaciones de carácter económico, que han conseguido hacerse con un gran poder global y que imponen sus directrices a los Estados. Para salir de esta situación es necesario que la política embride la economía, mediante reglas de control y de democratización de las instituciones globales.