Los magistrados eméritos del Tribunal Supremo constituyen una figura singular creada por el legislador en el año 2004. Ejercen plena jurisdicción en el Alto Tribunal, en pie de igualdad con los demás miembros de la institución, sin otras condiciones para su nombramiento que, una vez llegados a la edad de jubilación, así lo soliciten, reúnan los requisitos legales y lo aconsejen las necesidades de refuerzo de la Sala correspondiente. El Consejo General del Poder Judicial, primero, y la Sala Tercera del Tribunal Supremo después, han considerado vinculante la voluntad del magistrado de continuar como emérito, de modo que, una vez cumplidos los demás requerimientos, su nombramiento tiene carácter definitivo hasta que alcancen los 75 años. No obstante, en reciente decisiones el Consejo General del Poder Judicial se ha separado de tales precedentes, obligando al Tribunal Supremo a corregirle a instancia de los magistrados interesados.