En los tiempos de descomposición del gobierno peronista y en los años de la última dictadura militar, mientras una férrea censura y una silenciosa autocensura regulaban la producción y circulación de información al tiempo que la represión se encargaba de desaparecer a los sospechosos, algunos espacios, menos obvios, permitieron la expresión de ideas incómodas e imágenes alusivas al horror. Particularmente, el humor gráfico, género desvalorizado por los discursos "cultos" y por la mirada inquisitoria de la censura, pudo resguardar ciertos grados de autonomía. En el humor gráfico del diario Clarín, es posible encontrar, junto con la neutralización y trivialización, ciertos intersticios por donde se colaran la expresión de desencanto y la denuncia.
En este trabajo analizo de qué modo los chistes del diario se alejaron del canon editorial y de los preceptos represivos del régimen a partir de la construcción de una figura emblemática de las acciones represivas: la del matón-represor.