Rafael José de Espona
Los países bálticos son la mejor muestra de la necesidad de una política energética en la UE. La apuesta por la diversificación de energías pretende poner fin a la casi total dependencia de Rusia.
La Unión Europea adoptó en octubre de 2009 la denominada Estrategia del Báltico, la primera de carácter macrorregional en Europa y cuya dimensión energética reviste especial importancia. La estrategia se desarrolla en estrecha cooperación entre Estonia, Letonia y Lituania a través de la Asamblea Báltica y de un foro multilateral amplio, el Consejo de Estados del mar Báltico, que agrupa esas naciones junto a los países escandinavos �Finlandia, Suecia, Noruega y Dinamarca� además de Polonia, Alemania, Rusia e Islandia.
El Báltico constituye una región con entidad propia en el mapa energético europeo, donde confluyen vectores geoestratégicos del centro, norte y este de Europa, en la frontera de la UE y la OTAN con Rusia y la Comunidad de Estados Independientes. En este escenario se perciben las políticas y dinámicas del sector energético a nivel estratégico, involucrando a la UE y a Rusia, que suministra el 100 por cien de los hidrocarburos a los países bálticos. Las relaciones político-económicas en el Báltico tienen un impacto directo en la Asociación del Este de la UE en cuanto a las relaciones con Rusia �con la singular situación del enclave ruso de Kaliningrado� Bielorrusia y también Ucrania