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Al hilo de la sentencia de la Sala 1.ª del TS (núm. 849/2010), que da pie a esta columna, se analizan los derechos fundamentales al honor, a la intimidad y a la propia imagen, desde la perspectiva de los personajes públicos, especialmente de los llamados «famosos» en la jerga mediática de las noticias sobre «el corazón», en confrontación con las siempre alegadas libertades de información y expresión, que, desde luego, no constituyen una «patente de corso» para invadir sin justificación otros derechos, sino medios indispensables en las sociedades democráticas para la formación de la opinión pública y que valen, en cuanto tengan trascendencia social y pública, por las implicaciones que comporte la noticia para el bien general pero que no alcanzan a legitimar ni la «rumorología», ni el mero cotilleo para satisfacer el morbo de oír hablar mal de los demás.
