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En la conformación de la estructura contemporánea del agro latinoamericano interviene, en grado considerable, la incorporación de nuevas tierras al área de producción (en el noreste y noroeste de Argentina, en la Amazonia y el centro-oeste de Brasil). Comoquiera que la principal fuerza motriz de los procesos de colonización agraria es el crecimiento de la demanda en los mercados mundiales de productos agropecuarios, la expansión de las áreas de sembrados atañe principalmente a los cultivos de exportación (tradicionales o no). Por regla general, el proceso de colonización se desarrolla en zonas subaprovechadas del interior continental con características agro-climatológicas desfavorables. Su aprovechamiento requiere considerables inversiones de capital en la adquisición de medios de producción (fertilizantes, maquinaria) y la construcción de la infraestructura viaria. De ahí que los principales actores de la colonización agraria sean grandes empresas (nacionales y transnacionales), que concentran en sus manos la propiedad de terrenos y utilizan tecnologías mecanizadas, con reducido requerimiento de insumos laborales. La ruina de pequeños productores y la contracción del empleo se traducen en alteración de los modos tradicionales de vida rural y conflictos sociales. Por otra parte, la colonización rural genera varios problemas ecológicos (deforestación, degradación de terrenos).
