La crisis terminal del régimen partitocrático italiano ha dado paso a un incierto proceso de cambio político en el que coexisten contradictoriamente elementos de continuidada e impulsos renovadores. No hay pleno acuerdo sobre el modo y el alcance de la eventual reforma constitucional, aunque el grueso de los actores políticos se inclina por reforzar al Ejecutivo. Asimismo, las alianzas son cambiantes en el debate sobre el nuevo sistema electoral y es aún mayor la indefinición sobre la organización territorial del Estado, factores todos ellos que confirman la fragilidad del sistema de partidos existente