Hoy por hoy, y en especial tras la invasión etíope, que puso fin a la singladura de los Tribunales Islámicos en el país, la crisis somalí asiste a un nuevo punto de inflexión de consecuencias imprevisibles. Con el ejército de Estados Unidos bombardeando supuestas bases de al-Qaeda en el sur de Somalia, con la colaboración de las tropas etíopes y las fuerzas del Gobierno Federal de Baidoa, las posibilidades de un arreglo pacífico de la crisis somalí son más bien escasas. Para empeorar las cosas, los países vecinos se muestran cada vez más inquietos ante la expansión del radicalismo islamista a lo largo y ancho del Cuerno de África. Ya que se trata de un estado completamente fracasado, sin instituciones ni medios para funcionar como un estado moderno, Somalia puede convertirse en otro campo de batalla de la implacable y deletérea pugna librada por el yihadismo y salafismo retrógrados y la agresiva y a la postre estéril guerra de Estados Unidos contra el terrorismo. Una lucha que en ningún caso ha de aportar estabilidad y paz a la sociedad somalí, que desde 1991 no ha padecido otra cosa que guerras, caos y disputas intestinas. Este artículo, escrito en árabe, trata, de forma breve y sucinta, de trazar los orígenes de esta situación trágica, resaltando los factores que han convertido la cuestión somalí en una de las crisis mundiales más crónicas y enquistadas.