El ser humano ha adquirido a lo largo de su evolución el equipamiento genético que le permite una gran eficiencia en la acumulación de grasa en los periodos de bonanza alimenticia (gran facilidad para engordar) y gran eficacia en el ahorro de estos depósitos en periodos de escasez (dificultad para adelgazar). Pero cuando estas características genéticas se desarrollan en la abundancia constante de alimentos y en la ausencia de esfuerzo físico para conseguir la comida, que caracterizan las sociedades opulentas actuales, el resultado es la obesidad crónica y sus consecuencias negativas para la salud.