Las políticas de los Gobiernos de Franco durante la Segunda Guerra Mundial respecto a la persecución de los judíos fueron colaboracionistas y seguidistas de las pautas marcadas por Alemania, sobre todo tras la adhesión de España al Pacto de Acero a partir de 1940, por el que rompió secretamente con su estatuto de no beligerante, pasando a ser un país del Eje. Este hecho significó un estrechamiento de relaciones políticas, policiales, militares y de los servicios de inteligencia entre los dos países, lo que preovocó que la política hacia los judíos se viera afectada.