El tópico relativo a la laicidad, es decir, el respeto de todas las creencias por parte del Estado, que asegura el libre ejercicio de las actividades de culto, espirituales, culturales y caritativas de las comunidades de creyentes, tal como fuera definido hace ya unos años por la Congregación para la Doctrina de la Fe, tiene el riesgo cierto de hacernos abusar de las citas en las que, en forma abundante, la doctrina pontificia y las enseñanzas de la Iglesia en general, se han referido a ella en términos laudatorios y encomiásticos: si tan solo nos dedicáramos a efectuar una simple transcripción, nuestra tarea carecería por completo de originalidad. Trataremos, entonces, de reducirlas a su mínima expresión.