José Luis Abarca
El golpe de Estado que se ha producido en Honduras es un síntoma de la necesidad imperiosa que tiene ese país de renovar un sistema político elitista, anquilosado y corrupto que ha llevado a la mayoría de la población a altísimos niveles de pobreza, violencia y vulnerabilidad física y social. La crisis desatada puede convertirse en una oportunidad para que surja una verdadera democracia en la que todos los hondureños se sientan representados y asistidos. En este sentido, las elecciones del 29 de noviembre pueden contribuir a despejar el camino.