La reforma de la Ley de Tráfico, y el debate parlamentario que se ha generado en torno a los cambios que se proponen, gira sobre los mismos tópicos de siempre. El ministro portavoz de la DGT insiste en que «estamos hablando de vidas humanas», y eso justifica todo lo que se haga: Sancionar sin oír (al infractor) y sin ver (la infracción), castigar sin garantías y a destiempo, poner multas sin proporción a los hechos y sin relación con el comportamiento del conductor... Y el resultado de toda esta reforma legislativa �se nos dice, aunque no lo creamos� no es buscar incrementos en la recaudación sino mejorar la seguridad vial; no se trata de tener ingresos rápidos en tiempos de crisis, sino de educar con cartilla y palmeta, o sea, con el método de escurrir el bolsillo de los automovilistas, pero ahora por vía electrónica.