Si partimos de la premisa de que los tiempos demandan que cada ser humano sea gestor de procesos que confluyan en el desarrollo integral de los pueblos, cabe preguntarse como hacer coherentes las acciones educativas con las concepciones que se buscan desarrollar.
Tenemos por delante el idear acciones educativas, programas y procesos en los que cada quien -de acuerdo a sus intereses, inclinaciones y valoraciones- pueda ir recorriendo caminos en donde sea posible perderse y devolverse, en un devenir que tenga por efecto el encuentro de un camino propio.
Sabiendo que la Universidad no puede darlo todo, ¿cómo deberán los procesos curriculares traducir, conjugar y proyectar una educación que atraviese las distintas instancias sociales? Quizás haya que imaginar a la Universidad como un sitio de cultura donde se habiliten ciertos procesos de "a ¿prendizaje¿ desde la "en-señanza¿, encaminados a la construcción de mundos posibles.