Una de las falacias más insidiosas sobre la II República es la que pretende presentar la "verdad histórica" de que era "necesario y justo" terminar con tal régimen, porque la República era "ilegítima en su propio origen" ya que "las elecciones de 1936 fueron un completo fraude". La extensa cohorte de juristas, obispos, teólogos, ensayistas e historiadores que contribuyeron a elaborar y extender esa mentira después del Golpe de Estado contra la legalidad republicana da medida de lo interesado que estaba el régimen franquista en lavar su propia culpa. Pero la historia verdadera siempre termina saliendo a la luz y los trabajos de reputados historiadores han dejado sobradamente demostrada la legalidad de las elecciones de febrero de 1936.