La crisis económica que ha puesto en cuestión el sistema internacional puede convertirse en una oportunidad de cambio y en un punto de inflexión en el camino hacia la construcción de un sistema de gobernanza global. Para ello es necesario que en el desarrollo de la nueva arquitectura internacional participen las naciones, los ciudadanos y los actores económicos globales asumiendo sus responsabilidades, para poder establecer un sistema que defienda los intereses generales.