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Marta Scarpato
El complejo fenómeno de la globalización no sólo no ha aportado a América Latina eficaces modelos de desarrollo, sino que, por el contrario, ha obstaculizado gravemente una distribución justa e igualitaria de bienes, recursos y saberes. De ahí la urgencia de adoptar modelos de desarrollo que conjuguen la construcción de economías dinámicas y competitivas con el respeto al capital humano, la existencia de un orden democrático con ejercicio pleno de la ciudadanía, un bienestar basado en la justicia y la cohesión social, una estabilidad política asentada sobre la libre participación de todos los actores sociales, y por fin, una distribución cada vez mayor y mejor de los activos económicos, sociales y culturales. Aunque la historia latinoamericana demuestra que la región ha realizado ingentes esfuerzos por mejorar el nivel y calidad de su educación, entró al siglo XXI con asignaturas pendientes de importancia. Por eso se subraya que en la región la defensa de la escuela pública de calidad, para todos y todas, ocupa un espacio central en las demandas de las organizaciones que representan a los/las trabajadores/as de la educación y no en vano, puesto que es la única que en sociedades fuertemente marcadas por la pobreza, puede asegurar una verdadera democratización de la enseñanza.
