En la incertidumbre y el desconcierto provocados por las diversas demandas de roles que las continuas reformas educativas exigen a los docentes en este mundo globalizado, el autor reivindica la función transformadora de la escuela, más allá de su simple subordinación a las necesidades del mercado, para la formación de personas capaces de leer e interpretar la sociedad actual por sí mismos, convirtiendo a la institución escolar en un espacio común de prácticas democráticas, al tiempo que propugna la necesidad de nuclear dicho cambio en complicidad con el profesorado, principal actor de dicha transformación.