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Formado en disciplinas centradas en el examen del pasado jurídico, me animo, empero, a participar de este prestigioso encuentro, con el objeto de acercar a los expertos aquí convocados una pequeña porción de ese auténtico tesoro de reflexiones que, para los iusnaturalistas de raigambre católica, ofrece la historia de las experiencias forenses en las que el derecho natural fue puesto en ejercicio. Vale decir, pues, que no pretendo asumir una originalidad de la que carezco, sino, aprovechando un estimulante punto de conexión con el ayer, llamar la atención sobre las enseñanzas que, desde el atalaya del historiador, todavía puede brindarnos un pasado que está más vivo de lo que habitualmente siquiera soñamos. En este sentido, una de mis pretensiones más importantes es la de contribuir, aunque más no sea en una mínima expresión, a mostrar, mediante la contemplación de sendas transitadas por antiguos operadores jurídicos, algunos de los mecanismos que eventualmente nos permitan superar esa disociación que, no infrecuentemente, cabe advertir entre los juristas católicos, quienes al tiempo de reconocer formalmente la existencia del derecho natural, aducen la imposibilidad de aplicarlo en la práctica forense.
