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El sistema electoral español tiene las dosis justas para proporcionar legitimación, generar un Gobierno y ser representativo, las tres principales características que debe conjugar cualquier sistema. Sin embargo, en las últimas elecciones la representatividad ha sido criticada desde algunos sectores, al considerar que la ley electoral favorece que los partidos nacionalistas obtengan sobrerepresentación en detrimento de opciones políticas minoritarias de ámbito nacional. Si bien sería necesario hacer algunos ajustes, hay que tener en cuenta que el actual sistema ha sido siempre modélico desde el punto de vista de su función legitimadora, y debe seguir siéndolo.
