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Jordi Canals
La empresa, como construcción social y motor del progreso, recientemente ha visto frenado su avance por causa de crisis corporativas perfectamente evitables. La del año 2000 fue causada por el fin de la burbuja tecnológica y la de 2007 se debió a la crisis sub-prime. En ambas hubo negligencia ejecutiva para evaluar los riesgos y una mediocre supervisión por parte del consejo de administración. Para colmo, las regulaciones creadas a partir de la primera crisis no pudieron evitar la segunda, por lo que el problema ya no trata de más leyes o más autorregulación: hay que repensar la función social de la empresa.
En este artículo, el Director General del IESE en España, Jordi Canals, propone que la finalidad de las empresas debe ir mucho más allá de la mera maximización de utilidades. Como grupo dentro de la sociedad humana, la empresa debe contribuir al logro del bien común de la sociedad a la que pertenece, pero desde el ámbito que le resulta propio y que le exige actuar con eficiencia económica. El autor cita a varios CEO de empresas sobresalientes que han logrado imbuirlas con estos valores, como ejemplo de que la voluntad de permanencia a largo plazo las ha hecho verdaderamente grandes.
El éxito económico, humano y social de las empresas definidas de esta manera también requiere de un nuevo marco para el gobierno corporativo. Por una parte, es necesario que el consejo de administración no sólo supervise eficientemente, sino que conozca mejor el sector y el entorno social en que opera la empresa y la proyecte en el largo plazo. Por otra, el CEO debe ser un buen sintetizador de ideas e información, tener resistencia física y moral y ser una persona empeñada en mejorar. Debe dar el ejemplo a seguir.
En suma el gobierno corporativo debe depender del trabajo mancomunado de un CEO y un consejo de administración fuertes, con profesionalismo y vocación de servicio hacia todos los stakeholders de la empresa.
