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Lo ocurrido en Irlanda es un grave inconveniente y una nueva frustración, pero no modificará las grandes bases de Europa. No confundimos los deseos con los hechos: sería excesivo que 862.415 votos de una isla atlántica retorcieran el brazo de 500 millones de europeos, asociados en un proyecto de civilización. Quizá la UE necesite dar dos ambiciosas zancadas antes de 2010. Un avance decisivo, por una parte, en su política exterior y de seguridad. Por otra, una respuesta de todos los europeos: no de una fracción mínima de ellos, sino de centenares de millones de ciudadanos. Si en los 27 países miembros se contestara a una misma pregunta, sí o no al Tratado de Lisboa, sólo en ese caso podría hablarse de un gran respaldo popular.
