La estrecha relación existente entre hambre, malnutrición y enfermedades infecciosas dificulta el desarrollo de las zonas rurales y afecta de forma negativa a la seguridad alimentaria. Enfermedades como la malaria, la tuberculosis, la diarrea o el Sida tienen una gran presencia en los países pobres o en vías de desarrollo. El círculo de la pobreza, la malnutrición y las enfermedades se cierra con una grave incidencia negativa sobre las precarias economías familiares, socavando el bienestar social y haciendo más pobres a los pobres, que ven mermadas sus capacidades laborales a causa de las enfermedades, lo que conlleva menos cosechas, déficit de alimentos y más hambre y pobreza.