El valor del discurso filosófico se encuentra precisamente en su heteronimia, en el hecho de ser la expresión pensada de la totalidad histórica teórica y práctica en la que se emplaza. Esta heteronimia se manifiesta como contingencia histórica (cada singularidad filosófica depende de otros discursos teóricos y de otras formas de praxis) y como necesidad (cada singularidad filosófica expresa lo que históricamente podría ser pensado). Relacionar las dimensiones de contingencia y necesidad desde el interior mismo del discurso filosófico es por excelencia, la tarea del historiador de la filosofía