Desde el Trabajo Social muchas veces nos hemos encontrado con instituciones (escuelas, centros diurnos, etc.) que exigen un comportamiento de los niños, niñas y adolescentes preestablecido, ¿normalizado¿, implicando esto la exclusión de aquellos/as que no se ¿adaptan¿ de la manera socialmente consensuada a las normas pre-establecidas. ¿Cuál sería nuestro rol ante estas situaciones? ¿Somos también normalizadores de esta población o podemos trascender estas disposiciones? Como integrantes del Grupo de Estudio sobre Discapacidad (GEDIS) del Departamento de Trabajo Social (DTS) de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS - UdelaR) consideramos que resulta imperativo desde nuestra disciplina trascender esta regulación del mundo adulto impuesta hacia el mundo infantil (y/o adolescente), a través de la búsqueda de alternativas viables a esta ¿normalización¿ en pro de una inclusión de quienes pueden ser considerados ¿diferentes¿ por sus manifestaciones conductuales. Ver el problema desde el mundo adulto ¿normalizador¿ no hace más que limitar el encuentro de soluciones más allá de la medicalización.
No cuestionamos la verdadera existencia del trastorno en sí mismo, sino que partimos de la base de que se trata de una construcción social ya instaurada en diferentes ámbitos y que consecuentemente hace ¿válida¿ la medicalización del fenómeno. Quienes resultan directa y negativamente implicados son estos niños/as y adolescentes que, sin un diagnóstico específico de Attention Déficit Disorder (trastorno de la atención, en adelante ADD) en la mayoría de las situaciones, reciben la Ritalina u otros fármacos de dicha índole como forma de ¿aquietar¿ sus inquietudes, actitudes, aptitudes, intereses.
A esto hay que sumarle la exclusión y estigmatización desde el afuera hacia estos niños/as medicalizados, y, también, la autoexclusión de ellos/as mismos/as. ¿Se crea de esta manera una ¿identidad ritalinizada¿, una ¿falsa identidad¿ de estos? ¿Será que los niños, niñas y adolescentes de hoy día llegan a este mundo cada vez con mayores problemáticas o, quizás, seamos los adultos de estas sociedades occidentales modernas que en el torbellino diario y el stress permanente no sabemos cómo y qué hacer con ellos/as? Se les exige que aprendan lo más rápido posible la mayor cantidad de cosas, pero en ese proceso, también se les ordena que no hablen, que no sientan, que no piensen más allá de lo socialmente estipulado, en fin, que no trasciendan las normas impuestas. ¿Seguiremos arriesgando nuestro mayor capital humano hacia un futuro incierto entre medicamentos normalizadores?