La prensa diaria nos tiene acostumbrados a la legitimación de las más variadas costumbres inmorales, vinculadas a la política del género y a la cultura de la muerte. Sin por ello olvidar la protección verbal de los “derechos humanos”, para establecer –al mismo tiempo– una soberbia separación, con proyectos de jurisdicción hegemónica frente a los países de la periferia, y la lucha ante el peligro de la extinción de diversas variedades de animales. Poniendo más cuidado en la protección de la piel de los osos que en la vida de millones de seres humanos aniquilados en diversos estados de su evolución vital. Mala cosa en países que se benefician ampliamente en lo económico con la exhibición turística de Iglesias y Catedrales, donde se ha generado, desde hace siglos, la cultura católica romana. De la que ahora se avergüenzan. En el campo de la ius-filosofía, publicaciones de la importancia de los Archives de philosophie du droit se hacían eco de estos nuevos problemas del pluralismo y la laicidad.2 Ambos frutos del multiculturalismo que no sabemos –luego de los 3.000 vehículos quemados por noche– si resultó un beneficio o una materia más de desencuentro.