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Kerstin Junge, Kari Hadjivassiliou
En el 2006, los estados miembros de la UE se plantearon un ambicioso objetivo: reducir hasta la mitad, en el año 2010, la brecha en alfabetización digital entre ¿grupos de riesgo¿ y la población media. Tras comprometerse a convertir Europa en la economía basada en el conocimiento más competitiva del mundo al final de la década, era importante no dejar de lado a las personas y garantizar a los empresarios el acceso a las habilidades que conllevarían el crecimiento económico anticipado.
Con este objetivo, la UE y sus estados miembros empezaron a implementar una serie de políticas dirigidas a incrementar los niveles de alfabetización digital entre la población europea. En conjunto, las primeras medidas reflejaban una percepción funcional de la alfabetización digital, referida simplemente a la habilidad personal para manejar el hardware y el software de forma eficaz. Estas medidas, dirigidas básicamente a grupos de población que, según los datos, se ven más afectados por el analfabetismo digital (parados, discapacitados, mujeres y gente mayor), se centran en proporcionar conocimientos básicos de TIC y garantizar la alfabetización digital a todos los alumnos al finalizar su escolarización.
Sin embargo, el discurso de la UE y sus estados miembros se inclina cada vez más hacia una interpretación de la alfabetización digital descrita simplemente como ¿alfabetización mediática¿. Como tal, comprende una importante dimensión cognitiva y evaluadora inexistente en la interpretación funcional. Las últimas iniciativas impulsadas por la Comisión Europea como parte del reciente programa i2010 están amparadas bajo este título, así como en los estados miembros, donde la alfabetización mediática se utilizaba inicialmente en algunos países en relación con la formación de TIC en las escuelas.
De todos modos, una interpretación más compleja de la alfabetización digital requiere enfoques también más complejos para medir su eficacia. Por lo tanto, uno de los retos clave del futuro próximo es hallar indicadores menos generales y más capaces de tratar los diversos temas y modos de implementación necesarios para lograr el éxito de las políticas de alfabetización. Únicamente consiguiendo determinar lo que funciona y lo que no, podemos empezar a realizar incursiones en el analfabetismo digital existente en Europa actualmente.
