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En los países en desarrollo, el envejecimiento en el mundo, importantísimo problema social del siglo XXI, tendrá mayores repercusiones sociales. En términos de la relación numérica entre ancianos y jóvenes, el más rápido aumento de los primeros se está produciendo en los países en desarrollo y en Africa su segregación en las zonas rurales se manifestará claramente. Aun cuando en muchos países emergentes acompañaron a la modernización cambios beneficiosos para las mujeres, la situación de las de edad avanzada parece especialmente precaria. Algunas transformaciones sociales traídas por la modernización también influyen profundamente en los sistemas tradicionales de cuidados a los viejos. Si bien gran parte de los que necesitan atención aún la reciben dentro de las estructuras informales de la familia, a medida que avancemos en el nuevo siglo esto ya no podrá darse por sentado. En el presente artículo efectuamos un examen crítico de los sistemas de protección social y de las restricciones de recursos que caracterizan a los países en desarrollo, previniendo contra una ciega evolución de los sistemas de seguridad social sobre la base de los que existen en las naciones industrializadas. Presentamos, además, nuestros argumentos a favor de una concepción del apoyo intergeneracional integrada con las relaciones sociales dominantes, a fin de que, en la ancianidad, las personas no sean marginadas ni corran riesgos a raíz de programas de protección social que refuercen los estereotipos de vulnerabilidad física y hagan sobre las necesidades de asistencia social más hincapié que sobre las contribuciones sociales y económicas de nuestros mayores a la sociedad.
