Una situación económica favorable, una población apática y el motor presidencial de su marido han dado la victoria a Cristina Fernández de Kirchner pese a la indefinición de su programa. El sistema de partidos parece haberse transformado. En las elecciones pasadas, la sociedad ha debido optar entre un gobierno al que critica, pero al que también le reconoce méritos, y una oposición que es testimonial y, sobre todo, que no garantiza el futuro control del poder.