La UE necesita una relación efectiva con Rusia, pero no a cualquier precio. Con Vladimir Putin dentro o fuera del poder, Moscú debe decidir entre su política de amenazas o la colaboración con los europeos. Bruselas no puede permitir que Rusia mediatice sus decisiones, como en el caso de Kosovo, ni que trate de presionar a los países europeos con el chantaje energético o con una escalada de armamentos. Pero tampoco se la puede marginar ni tratar con arrogancia, porque entonces el efecto será contrario a nuestros objetivos.